domingo, 30 de diciembre de 2012

El diario de Omar

Hoy ha fallecido mi tía Hellen, no es que  no esté triste, era mi tía favorita, a decir verdad era la única tía sanguínea que he conocido. No entiendo por qué todos lloran, me jode la debilidad. ¿No es acaso yo el que debería estar más afectado? ¿Yo, que no creo en la vida después de la muerte? Toda mi familia es creyente, al menos eso pensé, reza, tiene fé, cree en Dios ¿Por qué no están tranquilos? No pido que estén contentos, a nadie le alegra estas cosas, pero deberían pensar que, mi tía Hellen, está en un lugar mejor.

Insisto, me jode la debilidad, yo he sufrido mucho por ello, a mi me enseñaron a ser débil, y es algo que he tenido que superar yo solo. Ni siquiera sé si ya lo he superado.

Mi tía Hellen mantenía la casa, ¿lloran por ella o porque no existe un plan B? Si es así, que vergüenza me da, no es llanto por tristeza, sino por conveniencia. Aunque lo dudo, el sentimiento de debilidad siempre ha estado muy presente en mi familia. A excepción de mi abuelito, a él si que lo admiraba, un hombre hecho y derecho que aprendió y supo corregir sus errores.

Como dice mi primo, espero que esos prejuicios y estupideces mentales terminen en nuestra generación.  Esto último no sé a qué viene, pero entre líneas, mientras corregía lo que escribía quedó sin destino aparente.

Es como una bola de nieve, que nos ha tocado soportar a nosotros, los primos, la última generación, que al parecer tiene todo el peso de subsistencia sobre mi, ya que por distintos motivos, mis primos, hijos de la tía Hellen, decidieron no ser padres. Se arrepientan o no, estoy seguro que ellos no serán débiles, tienen un ideal en la cabeza, y como seres respetables que son, no mostrarán debilidad alguna, y si lo hacen, no querrán dar pena manifestándoselo al mundo.

No lloro por tía Hellen, sé que la muerte es parte del ciclo natural de la vida. Tal vez aún no lo he asimilado bien, seguramente lo haga en algún momento, pero no frente a los demás, la procesión va por dentro, y por muy fuerte que sea hay que saberla llevar, solo, el mundo no se va a detener, uno es dueño de su propio destino, sea la situación que le haya tocado. Sea donde sea que el azahar haya decidido dejarte. En ese rumbo hay que saber sobrevivir.
Mi tía Hellen también fue una persona muy fuerte, se lo enseñó su abuela, Mamima, y a pesar de la etiqueta social, es uno de los legados más preciados que voy a extrañar de ella, su fortaleza ante cada adversidad, y su amor por su familia, a la cual ayudó y jamás, a pesar de muchos desencuentros, sacó en cara ni pidió nada a cambio.

Ahora me dispongo a visitarla. Ella está estable, en una cama, según me dicen entre palabras fúnebres. Me avergüenza escribir esto último, porque, sin ser una realidad es una muestra más de la falta de fortaleza, garra y coraje que debe tener una familia. Un acto de egoísmo, en el cual no pienso involucrarme.

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