Es alucinante ver la forma en que un texto puede interpretarse.
Por ejemplo, cuando escribo, y me leen calmos, en armonía, no debe ser así.
Yo escribo gritando, exaltado, a punto de estallar, pero debo confesar que esta vez no es así.
Esta vez, lo hago llorando. No puedo aguantar que las lágrimas salgan de mis ojos, y rueden por mis mejillas.
Mi llanto no es de tristeza, lloro de risa.
Tengo las piernas cansadas, quiero echarme a dormir, hace frío, está oscuro...y es de mañana
El poder de las letras.
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