domingo, 4 de noviembre de 2012

...es parte de la imaginación, cualquier parecido con la realidad...


Si hubiera sabido que sería la última vez que la abrazaba. Lo hubiera hecho como si no pudiéramos separarnos el uno del otro, la hubiera abrazado más fuerte que nunca. No hubiera dejado escapar un solo segundo sin oler su pelo, sin darle un beso en la frente y desearle que, de ahora en adelante, sueñe con los angelitos todos los días. Y que supiera que al despertar siempre le desearía un buen día.

Yo sabía, por eso la llené de besos. Pero si hubiera sabido...le hubiera dado más. No la abracé, subestimé la situación. Pensé que la vería al día siguiente, o quien sabe, sino al subsiguiente. Eso no pasó, nunca más la vi.
Esa sensación extraña al bajar las escaleras. Esa misma que siento cuando, en ocasiones, por las noches me despierto y camino de mi cuarto al comedor, del comedor a la sala, de la sala a la ventana y viceversa, mientras pienso en lo que he soñado o no he soñado, de ánimo, de miedo, de ilusión, es la misma que sentí aquella noche, esa noche fría y silenciosa en las que sonaba cada paso sobre la escalera de madera.


...es pura coincidencia

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